sábado, 3 de octubre de 2015

San Francisco de Asis y la eucaristía.

San francisco de Asís no era sacerdote sino diácono. Era muy exigente a la hora de practicar su propia pobreza, pero a la hora de tratar el tema de los objetos litúrgicos de la santa Misa, quería lo mejor y más rico para el Señor. No debe extrañarnos, así a sido siempre para la Iglesia. Además recordemos que Jesucristo instituye la Santa Eucarístía de la Nueva Alianza en el marco de la pascua judía, en la que se sirve la cena en los platos y vasos más sagrados hermosos y ricos que poseía la casa. 

Leyenda de Perusa (LP 60; cf. EP 56)

Francisco barre las iglesias
En cierta ocasión, estando el bienaventurado Francisco junto a la iglesia de Santa María de la Porciúncula cuando todavía eran pocos los hermanos, salía de vez en cuando a visitar las aldeas y las iglesias de los alrededores de Asís, anunciando y predicando a los hombres la penitencia. Llevaba consigo una escoba para barrer las iglesias, pues sufría mucho cuando, al entrar en ellas, las encontraba sucias.

Por eso, cuando terminaba de predicar al pueblo, reunía a todos los sacerdotes que se encontraban allí en un local apartado para no ser oído por los seglares. Les hablaba de la salvación de las almas, y, sobre todo, les recomendaba mucho el cuidado y diligencia que debían poner para que estuvieran limpias las iglesias, los altares y todo lo que sirve para la celebración de los divinos misterios.

Esto escribe san Francisco:

Del Testamento de san Francisco de Asís

  [...] Y quiero que estos santísimos misterios sean sobre todas las cosas honrados, venerados y colocados en lugares preciosos.


CARTA A LOS CLÉRIGOS II [CtaCle2] Segunda redacción.

1Consideremos todos los clérigos el gran pecado e ignorancia que tienen algunos acerca del santísimo cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo, y de sus sacratísimos nombres, y de sus palabras escritas que consagran el cuerpo. 2Sabemos que no puede existir el cuerpo, si antes no es consagrado por la palabra .3Nada, en efecto, tenemos ni vemos corporalmente en este siglo del Altísimo mismo, sino el cuerpo y la sangre, los nombres y las palabras, por las cuales hemos sido hechos y redimidos de la muerte a la vida (1 Jn 3,14).

 4Por consiguiente, todos aquellos que administran tan santísimos ministerios, y sobre todo quienes los administran sin discernimiento, consideren en su interior cuán viles son los cálices, los corporales y los manteles donde se sacrifica el cuerpo y la sangre de nuestro Señor. 5Y hay muchos que lo abandonan en lugares viles, lo llevan miserablemente, y lo reciben indignamente, y lo administran a los demás sin discernimiento. 6Asimismo, sus nombres y sus palabras escritas son a veces hollados con los pies; 7porque el hombre animal no percibe las cosas que son de Dios (1 Cor 2,14). 

8¿No nos mueven a piedad todas estas cosas, siendo así que el mismo piadoso Señor se entrega en nuestras manos, y lo tocamos y tomamos diariamente por nuestra boca? 9¿Acaso ignoramos que tenemos que caer en sus manos? 

10Por consiguiente, enmendémonos de todas estas cosas y de otras pronta y firmemente; 11y dondequiera que estuviese indebidamente colocado y abandonado el santísimo cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, que se retire de aquel lugar y que se ponga en un lugar precioso y que se cierre. 12Del mismo modo, dondequiera que se encuentren los nombres y las palabras escritas del Señor en lugares inmundos, que se recojan y se coloquen en un lugar decoroso.

 13Y sabemos que estamos obligados por encima de todo a observar todas estas cosas según los preceptos del Señor y las constituciones de la santa madre Iglesia. 14Y el que no lo haga, sepa que tendrá que dar cuenta ante nuestro Señor Jesucristo en el día del juicio (cf. Mt 12,36). 15Quienes hagan copiar este escrito, para que sea mejor observado, sepan que son benditos del Señor Dios.

jueves, 1 de octubre de 2015

Santa Teresa del Niño Jesús.

Frases extraídas del libro de las obras completas (cartas, manuscritos autobiográficos, oraciones, etc...) de santa Teresa de Lisieux.

-"No pido amor sensible sino un amor conocido sólo de Jesús".

- "Dios es más tierno que una madre".

- "[...] Dios está muy lejos de llevarme por el camino del temor. Sé encontrar siempre la forma de ser feliz y de aprovecharme de mis miserias..."

- "Nadie, Amor mío, tenía ese derecho sobre ti, y sin embargo obedeciste, no sólo a la Virgen Santísima y a san José, sino hasta a tu mismos verdugos. Y ahora te veo colmar en la hostia la medida de tus anodanamientos. ¡Qué humildad la tuya, Rey de la gloria, al someterte a todos tus sacerdotes, sin hacer distinción alguna entre los que te aman y los que por desgracia, son tibios y fríos en tu servicio...! A su llamada, tu bajas del cielo; (...) ¡Que manso y humilde de corazón me pareces, Amor mío, bajo el velo de la blanca hostia! Ya no puedes abajarte más para  para enseñarme la humildad". 

- "[...] he vuelto a cometer muchas faltas de orgullo. Al ver esto me tienta el desaliento, pero sé que el desaliento es también una forma de orgullo. Por eso quiero Dios mío, fundar mi esperanza sólo en ti. Ya que tú lo puedes todo, haz nacer en mi alma la virtud que deseo".

- "¿Y cómo amó Jesús a sus discípulos, y por que los amó? No, no eran sus cualidades naturales las que podían atraerle. Ente ellos y Él había una distancia infinita. (...) Quiere verles reinar con Él en el reino de su Padre, y para abrirles las puertas de ese reino, quiere morir en la cruz, pues dijo: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos". 

- "Sí ahora comprendo que la caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás, en no extrañarse de sus debilidades [...]"

- "[...] la caridad no debe quedarse encerrada en el fondo del corazón. Nadie, dijo Jesús, enciende una lampara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa. Yo pienso que esa lampara representa la caridad, que debe alumbrar y alegrar, no sólo a los que me son más queridos, sino a todos los que están en la casa, sin exceptuar a nadie".

- "[...] no me sorprendo ya de nada ni me aflijo al ver que soy la debilidad misma; Al contrario me glorío de ello [...] Acordándome que la caridad cubre multitud de pecados, exploto esta mina fecunda que que Jesús ha abierto ante mi".


jueves, 10 de septiembre de 2015

Benedicto XVI: el verdadero san Francisco de Asís.

BenedictoXVI Miércoles 27 de enero de 2010. Leer completo aquí:http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2010/documents/hf_ben-xvi_aud_20100127.html

- "En realidad, en el siglo XIX y también en el siglo pasado algunos historiadores intentaron crear detrás del Francisco de la tradición, lo que llamaban un Francisco histórico, de la misma manera que detrás del Jesús de los Evangelios se intenta crear lo que llaman el Jesús histórico.[...]

- "[...] También es verdad que no tenía intención de crear una nueva Orden, sino solamente renovar el pueblo de Dios para el Señor que viene. Pero entendió con sufrimiento y con dolor que todo debe tener su orden, que también el derecho de la Iglesia es necesario para dar forma a la renovación y así en realidad se insertó totalmente, con el corazón, en la comunión de la Iglesia, con el Papa y con los obispos. Sabía asimismo que el centro de la Iglesia es la Eucaristía, donde el Cuerpo de Cristo y su Sangre se hacen presentes. A través del Sacerdocio, la Eucaristía es la Iglesia. Donde sacerdocio y Cristo y comunión de la Iglesia van juntos, sólo aquí habita también la Palabra de Dios. El verdadero Francisco histórico es el Francisco de la Iglesia y precisamente de este modo habla también a los no creyentes, a los creyentes de otras confesiones y religiones".

 - "Se ha dicho que Francisco representa un alter Christus, era verdaderamente un icono vivo de Cristo. También fue denominado "el hermano de Jesús". De hecho, este era su ideal: ser como Jesús; contemplar el Cristo del Evangelio, amarlo intensamente, imitar sus virtudes. En particular, quiso dar un valor fundamental a la pobreza interior y exterior, enseñándola también a sus hijos espirituales. La primera Bienaventuranza en el Sermón de la montaña —Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5, 3)— encontró una luminosa realización en la vida y en las palabras de san Francisco.[...]"  


 - "En Francisco el amor a Cristo se expresó de modo especial en la adoración del Santísimo Sacramento de la Eucaristía. En las Fuentes franciscanas se leen expresiones conmovedoras, como esta: "¡Tiemble el hombre todo entero, estremézcase el mundo todo y exulte el cielo cuando Cristo, el Hijo de Dios vivo, se encuentra sobre el altar en manos del sacerdote! ¡Oh celsitud admirable y condescendencia asombrosa! ¡Oh sublime humildad, oh humilde sublimidad: que el Señor del mundo universo, Dios e Hijo de Dios, se humilla hasta el punto de esconderse, para nuestra salvación, bajo una pequeña forma de pan!" (Francisco de Asís, Escritos, Editrici Francescane, Padua 2002, p. 401)".

- "[...] recomendación que Francisco dirigió a los sacerdotes: "Siempre que quieran celebrar la misa ofrezcan purificados, con pureza y reverencia, el verdadero sacrificio del santísimo Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo" (ib., 399). Francisco siempre mostraba una gran deferencia hacia los sacerdotes, y recomendaba que se les respetara siempre, incluso en el caso de que personalmente fueran poco dignos. Como motivación de este profundo respeto señalaba el hecho de que han recibido el don de consagrar la Eucaristía. Queridos hermanos en el sacerdocio, no olvidemos nunca esta enseñanza: la santidad de la Eucaristía nos pide ser puros, vivir de modo coherente con el Misterio que celebramos".

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Catecismo: el Cielo.

Catecismo de la Iglesia Católica: el Cielo. 

 1023 Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven "tal cual es" (1 Jn 3, 2), cara a cara (cf. 1 Co 13, 12; Ap 22, 4): 



«Definimos con la autoridad apostólica: que, según la disposición general de Dios, las almas de todos los santos [...] y de todos los demás fieles muertos después de recibir el Bautismo de Cristo en los que no había nada que purificar cuando murieron [...]; o en caso de que tuvieran o tengan algo que purificar, una vez que estén purificadas después de la muerte [...] aun antes de la reasunción de sus cuerpos y del juicio final, después de la Ascensión al cielo del Salvador, Jesucristo Nuestro Señor, estuvieron, están y estarán en el cielo, en el Reino de los cielos y paraíso celestial con Cristo, admitidos en la compañía de los ángeles. Y después de la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo vieron y ven la divina esencia con una visión intuitiva y cara a cara, sin mediación de ninguna criatura» (Benedicto XII: Const. Benedictus Deus: DS 1000; cf. LG 49). 

 1024 Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama "el cielo" . El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha. 

1025 Vivir en el cielo es "estar con Cristo" (cf. Jn 14, 3; Flp 1, 23; 1 Ts 4,17). Los elegidos viven "en Él", aún más, tienen allí, o mejor, encuentran allí su verdadera identidad, su propio nombre (cf. Ap 2, 17): «Pues la vida es estar con Cristo; donde está Cristo, allí está la vida, allí está el reino» (San Ambrosio, Expositio evangelii secundum Lucam 10,121). 

 1026 Por su muerte y su Resurrección Jesucristo nos ha "abierto" el cielo. La vida de los bienaventurados consiste en la plena posesión de los frutos de la redención realizada por Cristo, quien asocia a su glorificación celestial a aquellos que han creído en Él y que han permanecido fieles a su voluntad. El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están perfectamente incorporados a Él. 


                                     

 1027 Este misterio de comunión bienaventurada con Dios y con todos los que están en Cristo, sobrepasa toda comprensión y toda representación. La Escritura nos habla de ella en imágenes: vida, luz, paz, banquete de bodas, vino del reino, casa del Padre, Jerusalén celeste, paraíso: "Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman" (1 Co 2, 9). 

 1028 A causa de su transcedencia, Dios no puede ser visto tal cual es más que cuando Él mismo abre su Misterio a la contemplación inmediata del hombre y le da la capacidad para ello. Esta contemplación de Dios en su gloria celestial es llamada por la Iglesia "la visión beatífica": «¡Cuál no será tu gloria y tu dicha!: Ser admitido a ver a Dios, tener el honor de participar en las alegrías de la salvación y de la luz eterna en compañía de Cristo, el Señor tu Dios [...], gozar en el Reino de los cielos en compañía de los justos y de los amigos de Dios, las alegrías de la inmortalidad alcanzada» (San Cipriano de Cartago, Epistula 58, 10). 1029 En la gloria del cielo, los bienaventurados continúan cumpliendo con alegría la voluntad de Dios con relación a los demás hombres y a la creación entera. Ya reinan con Cristo; con Él "ellos reinarán por los siglos de los siglos" (Ap 22, 5; cf. Mt 25, 21.23).

viernes, 21 de agosto de 2015

San Pío X. Fragmentos de la encíclica Pascendi (1907)

Carta encíclica Pascendi. Aunque escrita en 1907, no deja de sorprender su actualidad. Aquí la podeís encontrar completa en la web oficial del vaticano:


- "(...) Jesucristo señaló como primer deber el de guardar con suma vigilancia el depósito tradicional de la santa fe, tanto frente a las novedades profanas del lenguaje como a las contradicciones de una falsa ciencia".

- "(...) el orgullo, que, hallándose como en su propia casa en la doctrina del modernismo, saca de ella toda clase de pábulo y se reviste de todas las formas. Por orgullo conciben de sí tan atrevida confianza, que vienen a tenerse y proponerse a sí mismos como norma de todos los demás. Por orgullo se glorían vanísimamente, como si fueran los únicos poseedores de la ciencia, y dicen, altaneros e infatuados: "No somos como los demás hombres"; y para no ser comparados con los demás, abrazan y sueñan todo género de novedades, por muy absurdas que sean.

"Pues ¿qué no maquinan a trueque de aumentar el número de sus secuaces? En los seminarios y universídades andan a la caza de las cátedras, que convierten poco a poco en cátedras de pestilencia. Aunque sea veladamente, inculcan sus doctrinas predicándolas en los púlpitos de las iglesias; con mayor claridad las publican en sus reuniones y las introducen y realzan en las instituciones sociales. Con su nombre o seudónimos publican libros, periódicos, revistas...."



- (...) la obligación de los libreros católicos de no exponer para la venta los libros prohibidos por el obispo. Y ya que hablamos de los libreros, vigilen los obispos, no sea que por codicia del lucro comercien con malas mercancías. Ciertamente, en los catálogos de algunos se anuncian en gran número los libros de los modernistas, y no con pequeños elogios. Si, pues, tales libreros se niegan a obedecer, los obispos, después de haberles avisado, no vacilen en privarles del título de libreros católicos..."

 - "Entre tanto, venerables hermanos, para vosotros, en cuyo celo y diligencia tenemos puesta la mayor confianza, con toda nuestra alma pedimos la abundancia de luz muy soberana que, en medio de los peligros tan grandes para las almas a causa de los errores que de doquier nos invaden, os ilumine en cuanto os incumbe hacer y para que os entreguéis con enérgica fortaleza a cumplir lo que entendiereis. Asístanos con su virtud Jesucristo, autor y consumador de nuestra fe; y con su auxilio e intercesión asístanos la Virgen Inmaculada, destructora de todas las herejías, mientras Nos, en prenda de nuestra caridad y del divino consuelo en la adversidad, de todo corazón os damos, a vosotros y a vuestro clero y fieles, nuestra bendición apostólica".

viernes, 19 de junio de 2015

Del sermón 123 de san Agustín.

Fragmento del sermón 123 de san Agustín.

Es el momento de la oración… Tú haces tus peticiones; la petición ¿no es ya una confesión de tu pobreza? En efecto, dices: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Si tú, pues, pides tu pan cotidiano ¿eres rico o pobre? Y, sin embargo, Cristo no teme decirte: “Dame lo que te he dado. Pues, de hecho ¿qué es lo que has traído al venir al mundo? Todo lo que has encontrado en la creación, lo he creado yo. Tú no has traído nada, y nada te llevarás. ¿Por qué no me das de lo que es mío? Tú nadas en la abundancia y el pobre en la necesidad, pero, remontaos al comienzo de vuestra existencia: los dos habéis nacido completamente desnudos. Incluso tú, has nacido desnudo. Seguidamente has encontrado aquí abajo grandes bienes; pero ¿acaso has traído alguna cosa contigo? Te pido pues eso que te he dado; da y te devolveré. 

Me has tenido por bienhechor; hazme tu deudor, a una tasa muy alta… Me das poco, te devolveré mucho. Me das los bienes de este mundo, te daré los tesoros del cielo.
Me das unas riquezas temporales, te daré las posesiones eternas. Te las entregaré cuando haya tomado posesión de ti”.

miércoles, 29 de abril de 2015

Nilo, el Asceta. Fragmentos de su Discurso sobre la oración.

Nilo, el Asceta. Fragmentos de su Discurso sobre la oración:

-"El alma purificada por el cumplimiento de los mandamientos hace que la condición del intelecto se mantenga firme y capaz de recibir el estado deseado".

- "Si Moisés, tratando de acercarse a los arbustos que ardían, no pudo hacerlo hasta tanto no se hubo quitado el calzado de los pies, tú que quieres ver a Aquel que supera todo sentido y todo pensamiento, y conversar con Él, ¿como no te desprenderás de todo pensamiento pasional?".

- "Resiste pacientemente y reza intensamente. Rechaza los ataques de los cuidados y los pensamientos que te turban y te agitan para quitarte la fuerza".

- "Si deseas rezar como se debe, no entristezcas a nadie. De otro modo, correrás en vano".


- "No reces para que tu voluntad sea cumplida, ya que posiblemente no concuerde del todo con la voluntad de Dios. Debes rezar tal como te fuera enseñado, diciendo: Hágase tu voluntad (Mt 9:10) en mí. Y en toda situación pide siempre la misma cosa, que se haga su voluntad. Porque Él quiere el bien y lo que beneficia a tu alma".


- "Qué quieren los Demonios que obre en nosotros? Gula, fornicación, avaricia ira, rencor y todas las otras pasiones, de modo que la mente obnubilada por éstas, no pueda rezar como se debe. Ya que, cuando dominan las pasiones de la parte irracional, no le permiten moverse racionalmente".


-" El que ama a Dios conversa siempre con Él como con un padre, rechazando todo pensamiento pasional".


- "No des forma a la divinidad en ti mismo cuando oras, ni permitas que tu mente reciba la impresión de una forma cualesquiera. Acércate inmaterialmente a lo inmaterial, y comprenderás".

- "Ora convenientemente y sin turbación, salmodiando con inteligencia y con ritmo y serás como un nacido de águila y llevado hacia lo alto".


- "La salmodia pertenece a la sabiduría múltiple; la plegaria es el preludio del conocimiento inmaterial y simple".

- "No quieras que tus cosas vayan como te parece bien a ti, sino como gustan a Dios. En tu oración te encontrarás sin turbación y lleno de gratitud".

- "Bendito sea el intelecto que, en tiempo de oración, se torna inmaterial y se desnuda de todo".



sábado, 18 de abril de 2015

Purgatorio.

Del Catecismo de la Iglesia Católica:

La purificación final o purgatorio

1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.

1031 La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820; 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador:
«Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquel que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro (San Gregorio Magno, Dialogi 4, 41, 3).
1032 Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado" (2 M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos:
«Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre (cf. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? [...] No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos» (San Juan Crisóstomo, In epistulam I ad Corinthios homilia 41, 5).
1058 La Iglesia ruega para que nadie se pierda: "Jamás permitas [...] Señor, que me separe de ti" (Oración antes de la Comunión, 132: Misal Romano). Si bien es verdad que nadie puede salvarse a sí mismo, también es cierto que "Dios quiere que todos los hombres se salven" (1 Tm 2, 4) y que para Él "todo es posible" (Mt 19, 26).

sábado, 4 de abril de 2015

Resurrección.

Algunos puntos del Catecismo de la Iglesia Católica sobre la Resurrección de Jesucristo:

639 El misterio de la resurrección de Cristo es un acontecimiento real que tuvo manifestaciones históricamente comprobadas como lo atestigua el Nuevo Testamento (...). 

El estado de la humanidad resucitada de Cristo

645 Jesús resucitado establece con sus discípulos relaciones directas mediante el tacto (cf. Lc24, 39; Jn 20, 27) y el compartir la comida (cf. Lc 24, 30. 41-43; Jn 21, 9. 13-15). Les invita así a reconocer que él no es un espíritu (cf. Lc 24, 39), pero sobre todo a que comprueben que el cuerpo resucitado con el que se presenta ante ellos es el mismo que ha sido martirizado y crucificado, ya que sigue llevando las huellas de su pasión Este cuerpo auténtico y real posee sin embargo al mismo tiempo, las propiedades nuevas de un cuerpo glorioso: no está situado en el espacio ni en el tiempo, pero puede hacerse presente a su voluntad donde quiere y cuando quiere (cf Lc 24, 40; Jn 20, 20. 27). Mt 28, 9. 16-17; Lc 24, 15. 36; Jn 20, 14. 19. 26; 21, 4) porque su humanidad ya no puede ser retenida en la tierra y no pertenece ya más que al dominio divino del Padre (cf. Jn 20, 17). Por esta razón también Jesús resucitado es soberanamente libre de aparecer como quiere: bajo la apariencia de un jardinero (cf. Jn 20, 14-15) o "bajo otra figura" (Mc 16, 12) distinta de la que les era familiar a los discípulos, y eso para suscitar su fe (cf. Jn 20, 14. 16; 21, 4. 7).


646 La Resurrección de Cristo no fue un retorno a la vida terrena como en el caso de las resurrecciones que él había realizado antes de Pascua: la hija de Jairo, el joven de Naím, Lázaro. Estos hechos eran acontecimientos milagrosos, pero las personas afectadas por el milagro volvían a tener, por el poder de Jesús, una vida terrena "ordinaria". En cierto momento, volverán a morir. La Resurrección de Cristo es esencialmente diferente. En su cuerpo resucitado, pasa del estado de muerte a otra vida más allá del tiempo y del espacio. En la Resurrección, el cuerpo de Jesús se llena del poder del Espíritu Santo; participa de la vida divina en el estado de su gloria, tanto que san Pablo puede decir de Cristo que es "el hombre celestial" (cf. 1 Co 15, 35-50).

 Sentido y alcance salvífico de la Resurrección

651 "Si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe"(1 Co 15, 14). La Resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las verdades, incluso las más inaccesibles al espíritu humano, encuentran su justificación si Cristo, al resucitar, ha dado la prueba definitiva de su autoridad divina según lo había prometido.

652 La Resurrección de Cristo es cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento (cf.Lc 24, 26-27. 44-48) y del mismo Jesús durante su vida terrenal (cf. Mt 28, 6; Mc 16, 7; Lc24, 6-7). La expresión "según las Escrituras" (cf. 1 Co 15, 3-4 y el Símbolo Niceno-Constantinopolitano. DS 150) indica que la Resurrección de Cristo cumplió estas predicciones.

653 La verdad de la divinidad de Jesús es confirmada por su Resurrección. Él había dicho: "Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy" (Jn 8, 28). La Resurrección del Crucificado demostró que verdaderamente, él era "Yo Soy", el Hijo de Dios y Dios mismo. San Pablo pudo decir a los judíos: «La Promesa hecha a los padres Dios la ha cumplido en nosotros [...] al resucitar a Jesús, como está escrito en el salmo primero: "Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy"» (Hch 13, 32-33; cf. Sal 2, 7). La Resurrección de Cristo está estrechamente unida al misterio de la Encarnación del Hijo de Dios: es su plenitud según el designio eterno de Dios.

"Yo soy".

En el evangelio según san Juan 18, 1-6 leemos: 

"Dicho esto, pasó Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos. Pero también Judas, el que le entregaba, conocía el sitio, porque Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos. Judas, pues, llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas. Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: «¿A quién buscáis?»  Le contestaron: «A Jesús el Nazareno.» Díceles: «Yo soy.» Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos. Cuando les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra".

"Cuando les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra".

¿Qué significa este enigmático pasaje? Es una epifanía de la divinidad. Jesús al decir Yo soy manifiesta su identidad divina. Es el nombre de Dios revelado a Moisés en Éxodo 3, 14.
¿Por qué cayeron los guardias al suelo? En muchos pasajes de la biblia, la manifestación divina, provoca un desvanecimiento, una postración ante el poder de Dios. 

Algunos ejemplos bíblicos sobre esto los leemos en:

Apocalípsis 1, 17-18: 

"Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. El puso su mano derecha sobre mí diciendo: «No temas, soy yo, el Primero y el Ultimo, el que vive; estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la Muerte y del Hades".

Ezequiel 1, 28:

- "Era como el arco iris que aparece en las nubes los días de lluvia: tal era el aspecto de este resplandor, todo en torno. Era algo como la forma de la gloria de Yahveh. A su vista caí rostro en tierra y oí una voz que hablaba".

También encontramos en el salmo 27, 2: 

-"Cuando se acercan contra mí los malhechores a devorar mi carne, son ellos, mis adversarios y enemigos, los que tropiezan y sucumben"

Y en el salmo 35, 4: 

-"¡Confusión y vergüenza sobre aquellos que andan buscando mi vida! ¡Vuelvan atrás y queden confundidos los que mi mal maquinan!" 

IFC.

Getsemaní.


Cristo ora en Getsemaní con lágrimas al Padre que pase de él esta Copa. También el Rey  David lloró la traición de su hijo Absalón en este mismo lugar: 2 Samuel 15, 30-31.  "David subía la cuesta de los Olivos; iba llorando, con la cabeza cubierta y los pies descalzos. Todo el pueblo que lo acompañaba también llevaba la cabeza cubierta, y lloraba mientras subía.

Entonces informaron a David: "Ajitófel está con Absalón entre los conjurados". Y él exclamó: "¡Entorpece, Señor, los consejos de Ajitófel!". 

 En el jardín del Edén, Adán fue tentado y no obedeció. En el jardín de Getsemaní Jesucristo, el nuevo Adán, obedece al Padre y nos gana la Salvación.






jueves, 2 de abril de 2015

El pan celestial y la bebida de salvación.

San Cirilo de Jerusalén (315-386). Catequesis de Jerusalén.  Catequesis 22, (Mistagógica 4,1.3-6.9: PG 33, 1098-1106).

Nuestro Señor Jesucristo, en la noche en que iban a entregarlo tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomad, comed; esto es mi cuerpo». Y, después de tomar el cáliz y pronunciar la acción de gracias, dijo: «Tomad, bebed; ésta es mi sangre». Si fue él mismo quien dijo sobre el pan: Esto es mi cuerpo, ¿quién se atreverá en adelante a dudar? Y si él fue quien aseguró y dijo: Esta es mi sangre, ¿quién podrá nunca dudar y decir que no es su sangre? 
Por lo cual estamos firmemente persuadidos de que recibimos como alimento el cuerpo y la sangre de Cristo.  
En otro tiempo Cristo, disputando con los judíos, dijo: Si no coméis mi carne y no bebéis mi sangre, no tenéis vida en vosotros. Pero como no lograron entender el sentido espiritual de lo que estaban oyendo, se hicieron atrás escandalizados, pensando que se les estaba invitando a comer carne humana. 
 
Y que con el rostro descubierto y con el alma limpia, contemplando la gloria del Señor como en un espejo, vayamos de gloria en gloria, en Cristo Jesús, nuestro Señor, a quien sea dado el honor, el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

martes, 24 de marzo de 2015

Selección de sentencias de los Padres del Desierto.

 - Decía un anciano: «La humildad no se enfada, ni enfada a nadie».

 - A un anciano le preguntaron: «¿Qué hay que hacer para salvarse?». El siguió tejiendo las palmas sin levantar los ojos de su trabajo, y contestó: «Lo que estás viendo».

- Decía un anciano: «Si alguno dice: “Perdóname”, con humildad, quema a los demonios tentadores».
 
- Decía el abad Matoés: «Cuanto más se acerca el hombre a Dios, más pecador se ve. Por eso, Isaías, al ver a Yahvé decía: “¡Ay de mí que estoy perdido, pues soy un hombre de labios impuros!”». (Is 6,5)

- Uno preguntó a un anciano: «¿Cómo adquiere el alma la humildad?». Y respondió: «Estando atenta tan sólo a sus propias faltas».

-  Volvió a preguntarle el hermano: «¿Por qué Satanás perseguía así a los Padres antiguos?». Y le dijo el abad Sisoés: «Hoy a nosotros nos persigue más que a ellos, porque su tiempo se acerca, y está asustado».

- Un anciano decía: «No critiques a tu hermano en el fondo de tu corazón, pensando que eres más sobrio, más austero y más inteligente que él. Al contrario, sé dócil a la gracia de Dios en espíritu de pobreza y de verdadera caridad, no sea que exaltado por el espíritu de orgullo pierdas el fruto de tu trabajo. Procura estar sazonado con la sal espiritual de Cristo». (Cf. Col 4,6).56

- El abad Antonio dijo al abad Pastor. «La gran obra del hombre es poner sobre si mismo su culpa ante Dios, y esperar la tentación hasta el último momento de su vida».


sábado, 24 de enero de 2015

San Francisco de Sales. Los juicios temerarios.

INTRODUCCIÓN A LA VIDA DEVOTA. FRAGMENTOS DEL CAPÍTULO XXVIII. DE LOS JUICIOS TEMERARIOS.

«No juzguéis y no seréis juzgados -dice el Salvador de nuestras almas-; no condenéis y no seréis condenados». No, dice el santo Apóstol, «no juzguéis antes de tiempo, hasta que el Señor venga, el cual revelará el secreto de las tinieblas y manifestará los consejos de los corazones».

 ¡Oh! ¡Cuánto desagradan a Dios los juicios temerarios! Los juicios de los hijos de los hombres son temerarios, porque ellos no son jueces los unos de los otros, y, al juzgar, usurpan el oficio de Dios nuestro Señor; son temerarios, porque la principal malicia del pecado depende de la intención y del designio del corazón, que, para nosotros, es el secreto de las tinieblas; son temerarios, porque cada uno tiene harto trabajo en juzgarse a sí mismo, sin que necesite ocuparse en juzgar al prójimo. 

Para no ser juzgados, es menester también no juzgar a los demás, y que nos juzguemos a nosotros mismos; porque, si Nuestro Señor nos prohíbe una de estas cosas, el Apóstol afirma la otra, diciendo: «Si nos juzgásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados». Mas, ¡ay!, que hacemos todo lo contrario; porque no cesamos de hacer lo que nos está prohibido, juzgando al prójimo a diestro y siniestro, y nunca hacemos lo que nos está mandado, que es juzgarnos a nosotros mismos.


Según sean las causas de los juicios temerarios, han de ser los remedios. Hay corazones agrios, amargos y ásperos de natural, que agrían y amargan todo lo que reciben, y, como dice el profeta, «convierten el juicio en ajenjos», no juzgando jamás al prójimo si no es con todo rigor y dureza; éstos tienen mucha necesidad de caer en las manos de un buen médico espiritual, pues esta amargura de corazón es muy difícil de vencer, por lo mismo que es algo contranatural; y, aunque esta amargura no sea pecado, sino solamente una imperfección; es, no obstante, peligrosa, porque hace que entre y reine en el alma el juicio temerario y la maledicencia. 

 Algunos hay que juzgan temerariamente, no por amargura sino por orgullo, y les parece que, a medida que rebajan el honor de los demás, encumbran el propio; espíritus arrogantes y presuntuosos, se admiran a sí mismos y suben tan alto en su propia estima, que todo lo demás les parece pequeño y bajo: «Yo no soy como los demás hombres», decía aquel necio fariseo.



(...) bebed cuanto podáis el vino sagrado de la caridad; él os liberará de estos malos humores, que os hacen hacer estos juicios torcidos. 

 Tan lejos está la caridad de ir en busca del mal, que teme encontrarlo, y cuando lo encuentra, vuelve el rostro hacia otra parte y lo disimula, y cierra los ojos para no verlo, al primer rumor que percibe, y después, con una santa simplicidad, cree que no era el mal, sino alguna sombra o fantasma del mal; porque, si, por fuerza, se ve obligada a reconocer que es el mismo mal se aleja al instante, y procura olvidarse aún de su figura. 

Del santo Evangelio según san Marcos 3, 20-21.

"En aquel tiempo volvió Jesús con sus discípulos a casa y se juntó tanta gente, que no los dejaban ni comer. Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de él, pues decían: Está fuera de sí". Marcos 3, 20-21.

Jesús siendo de condición divina  padeció todo tipo de sufrimientos como cualquier ser humano. Tampoco se privó de unos de los sufrimientos más lacerantes que se puedan experimentar: que tu propia familia desconfíe de ti o te vuelva la espalda.
Lo tomaron por loco. Incuso a veces precían hacerle comentarios un tanto irónicos como puede leerse en el evangelio de san Juan 7, 3-10. Muchos de sus familiares no creyeron en Él hasta que lo vieron resucitado. 

María su Madre y nuestra Madre debió de sufrir mucho por estos conflictos familiares. Sabía la misión de su Hijo, pero no siempre comprendía lo que sucedía. Ella, aunque preservada del pecado original, también caminaba en la fe como nosotros. Por eso "conservaba y meditaba las cosas en su corazón".

Jesús predicaba que las cuestiones espirituales son más importantes que las sanguíneas. Los lazos familiares son importantísimos, pero a veces, caemos en infantilismos mezquinos. Pensamos egoistamente: "Es MI hijo, es MI madre, es mi hermano...y tienen que seguir mis pautas y antojos", como si fueran "cosas". No funciona así. Dios los ha puesto en nuestras vidas pero el único dueño de toda vida es Él.

Si aluna vez te has sentido sol@, incomprendid@, expulsad@ injustamente, recuerda que el tiempo pone todo en su mejor lugar, y recuerda que Jesús pasó antes por esto.

" Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo! yo he vencido al mundo". San Juan 16, 32-33.

IFC.

martes, 6 de enero de 2015

El descanso.

“Cuéntase que el evangelista San Juan acariciaba un ave, y de pronto vio venir a él un cazador. Este se maravilló que un hombre de tan extraordinaria reputación se entretuviera en cosas de poco relieve. Y al preguntarle al cazador por qué actuaba así, San Juan le respondió: ¿Por qué el arco que tienes en tu mano no lo llevas siempre tenso? El cazador le dice: porque a fuerza de estar curvado la tensión lo enervaría y se echaría a perder. Cuando fuera necesario hacer un disparo más potente contra alguna fiera, el tiro no partirá con la fuerza necesaria.
Lo mismo sucede con el espíritu –responde San Juan– si no le concediera un descanso, no obedecería a las exigencias y solicitudes de los misterios que debo enfrentar con mi mente” (Casiano, Colaciones 24).

lunes, 5 de enero de 2015

"En verdad, en verdad os digo que veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre."

Jesús alava a Natanael por su franqueza. "Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez" Felipe le pregunta que si le conoce, "Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera". Al parecer era costumbre de los israelitas piadosos leer y meditar las Escrituras a la sombra de un árbol. Normalmente, el Evangelio presenta a Israel y a las personas como un árbol -normalmente una higuera- que da buenos o malos frutos. En Natanael, por tanto, según las palabras de Jesús, tendríamos un buen "fruto" de Israel.   

"Porque te dije: 'Te vi debajo de la higuera', crees. Verás cosas más grandes todavía". Y agregó: "En verdad, en verdad os digo que veréis  el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre."  Aquí hay una alusión a la visión de Jacob en la que vio una escalera al cielo por la que subían y bajaban ángeles. "Despertó Jacob de su sueño y dijo: «¡Así pues, está Yahveh en este lugar y yo no lo sabía!» Y asustado dijo: «¡Qué temible es este lugar! ¡Esto no es otra cosa sino la casa de Dios y la puerta del cielo!» Génesis 28, 10-17. 

Esta visión se cumple en Jesús, especialmente cuando sea levantado en la cruz y levantado en la Resurreción para salvación del mundo.

En el Hijo del Hombre se abre así la escalera, el puente, el nexo, la puerta entre el Cielo y el mundo.

IFC.